"En un agujero en el suelo vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusano y olor a fango; ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer. Era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad".
Con esta "infantil" introducción comienza J. R. R. Tolkien la piedra angular de su obra vital, que a la postre desembocaría en el inmenso universo de "El Señor de los Anillos". Y lo de infantil no es casualidad, ya que el mítico escritor inglés concibió, en primera instancia, la obra para deleite de sus hijos, para ir añadiendo más y más matices y enriqueciéndola hasta terminar convirtiéndose en uno de los más complejos e intrincados mundos de la literatura universal.