A Silent Voice está siendo uno de los mangas con más éxito del año gracias a una historia dulce y entrañable que sin embargo no tiene miedo de mostrar lo más crudo de las personas tratando temas verdaderamente delicados. El hecho de que Milky Way Ediciones haya decidido que la obra de Yoshitoki Ôima tenga una periodicidad bimestral hace que cada vez que salga un tomo nuevo las opiniones favorables se disparen todavía más gracias a la espera. No obstante A Silent Voice es una obra que sabe hacerse esperar, con un desarrollo de la historia que cada vez mejora lo anterior y deja la trama en un punto ideal para cerrar un número pero dejar ganas de más para el siguiente. Una trama que se acerca a su nudo en este tercer tomo de los siete que componen el total y en el que tanto personajes como sucesos empiezan a dar un cambio de rumbo y a evolucionar por completo.
Si en el tomo 2 hablaba de que se daba un volantazo argumental hacia temas más sensibles, en este tercero podemos hablar de que los sentimientos siguen siendo importantes pero mezclados con otros temas que producen una sensación agridulce, pero con un final muy entrañable. Es el primer tomo en el que la relación entre Shôya y Shôko no es completamente protagonista de la acción, dando por primera vez un peso realmente importante a los secundarios. En este sentido vemos aparecer una serie de subtramas que van a dar el apoyo argumental necesario para que la serie no sea un círculo vicioso de las idas y venidas de los dos protagonistas: la intención de Shôya de devolver a Shôko la infancia que le arrebató, los fantasmas del pasado del chaval, el proyecto cineasta del bueno de Nagatsuka... Todo esto tiene su protagonismo a lo largo del tomo para completar un total que cierra con un gran broche centrado en los dos protagonistas que protagonizan uno de los momentos más dulces de la obra en el final que deja con muchísimas ganas de saber qué va a ocurrir ahora con su relación en los siguientes números.
Argumentalmente, pese a que el rumbo de la historia está avanzando hacia los clásicos valores del amor, la amistad o la generosidad, hay que remarcar que Ôima sigue siendo valiente y no deja de lado los temas crudos. En este sentido, este tomo toca de lleno el pasado de Shôya y Shôko con la reaparición de sus antiguos compañeros. Dos nuevos personajes del pasado se incorporan al elenco, por muy diversos motivos, conformando una especie de ying-yang para el futuro de la obra. Por un lado tenemos a Miyoko Sahara, una de las pocas amigas que Shôko consiguió tener en primaria y con la que perdió el contacto tras abandonar la escuela. Shôya removerá cielo y tierra para dar con ella y devolverle a Shôko una parte de lo que perdió por su culpa, y la chica resulta seguir siendo la misma de siempre, haciendo que la felicidad llene las páginas en esos momentos. Sin embargo, por el otro lado encontramos que todo en este manga, como en la vida, tiene una contraparte, y es que en la búsqueda de Sahara, Shôya también se reencuentra con una de sus antiguas amigas, Naoka Ueno, que le dio la espalda en la escuela pero ahora tiene motivos muy importantes para querer retomar la relación con él. Sin embargo Ueno no ha cambiado nada, y su actitud hacia Shôya da lugar a uno de los momentos más tensos y "desagradables" del manga. Parece que ambos personajes tienen bastante que decir en la trama (sobre todo Ueno).
Como vemos, la historia sigue avanzando a buen ritmo y se han incorporado elementos de suficiente calidad y con gran acierto para evitar la repetitividad y que permiten ampliar las miras argumentales de la obra. La evolución de los personajes está siendo más que satisfactoria, sobre todo partiendo de la base de que sentimentalmente reflejan a la perfección la realidad. Pese a que el tema de la sordera ha quedado en un segundo plano, todavía sigue ahí. Hemos ido viendo como se mencionan o muestran temas como la integración, la importancia de tener a alguien para superarse, el romper las barreras gracias al esfuerzo y el cariño... pero también hemos visto, y en este tomo ha vuelto a lo grande, la falta de comprensión y el egoísmo que va ligado a este tipo de situaciones. Ôima ha sabido tratar este tema de una manera natural, haciendo que el lector se acostumbre a que se use la lengua de signos y que se tome como algo "normal" (como de hecho lo es) la minusvalía de Shôya. Sin embargo, tal y como pasaría en la vida real, llega un momento que tanto personajes como lectores se acostumbran a la situación y tratan a la chica como una más, hasta el momento en que ella hace algo distinto y te deja algo descolocado, sin saber muy bien que decir. En este sentido este tomo borda esta situación en los momentos en que Shôya trata de hablar sin audífono, generando un momento entrañable pero a la vez extraño, ya que no sabe expresarse del todo. La gran labor de la mangaka en esos momentos, tanto con el guión como con el dibujo hace que se pueda hasta imaginar la voz de Shôko, y también su impotencia por no ser capaz de comunicarse del todo bien.
Donde no pongo ningún pero es en la manera en que se está llevando la relación "romántica" entre Shôya y Shôko, ya que los dos están jugando a la perfección el papel que les corresponde de acuerdo a la personalidad que les ha dado la autora. Shôya está más pendiente de hacerla feliz y enmendar los errores de su pasado que de otra cosa, pero según avanza la trama vemos como la búsqueda del perdón va dejando poco a poco paso a una actuación más desinteresada, en la que él no busca que ella sonría solo para poder descargar su conciencia, sino por el mero hecho de verla sonreir. Lo único que todavía no se ha dado cuenta. Ese es otro de los grandes aciertos a la hora de tratar esta relación, envolviéndola toda de inocencia, ternura y dulzura para hacer de contrapeso de lo desagradable que todavía queda en la historia. No obstante también hay sitio para el humor, casi siempre protagonizado por Nagatsuka, un personaje cuyo diseño y valor en la obra cada vez me está gustando más. Su papel como impulsor de Shôya me parece que lo borda, y habrá que ver lo que da de sí el proyecto de película que tiene en mente, que seguro que será una trama importante dentro de la obra.
Si entramos a hablar del dibujo hay que decir que Ôima mantiene la línea ascendente que tomo en el segundo número. El trazo y la delicadeza de los diseños encaja a la perfección con el ambiente de la obra, y sabe adaptarlo a cada situación. Mencionar en esto lo bien representada que está la manera de ser de Shôya para con los demás, tachando las caras de todos aquellos que le dan la espalda y viendo como estas cruces aparecen o desaparecen según la mente de Shôya empieza a evolucionar. Una de las cosas que más me están gustando de la manera de diseñar de la autora es lo bien que está llevando el hecho de tener que presentar versiones adultas de personajes que conocimos de niños en el primer tomo. Esto es una materia difícil, porque hay que tener en cuenta que los personajes no tienen rasgos exagerados que permitan diferenciarlos a la perfección. Por ello valoro mucho que Ôima sea capaz de mostrar ese crecimiento gracias a detalles sutiles, que permiten saber qué personaje es y, en cierto sentido, como ha sido su vida o personalidad desde entonces. Otro punto a destacar es que los personajes han ido cambiando de ropa y estilo en estos tomos, con mención especial a Shôko y la preciosa versión con coleta que vemos en las páginas de este.
En cuanto a dibujo en general, aparte del trabajo en el trazo y el diseño, seguimos encontrando un muy buen trabajo en el detalle de fondos e incluso en la cantidad de personajes que aparecen. Las expresiones están cada vez más conseguidas, algo muy importante en un manga en el que muchas veces sobran las palabras. Además las proporciones están conseguidas y los personajes no son estáticos. En este tomo se han incluido una mayor variedad de diseños de vestuario, como los uniformes del Café de Gatos, que me han gustado bastante.
Ya metiéndome de lleno a hablar de la edición, no os voy a descubrir el fuego diciendo que el tomo de Milky Way es simplemente precioso. Rústica con sobrecubierta de tamaño reducido (11,5x17), de 192 páginas siendo las iniciales a color y el precio clásico de 8 euros. En esta ocasión la portada me ha gustado algo menos que las anteriores, con un color más frío y un dibujo menos espectacular, pero se perdona en cuanto abres el tomo y ves la espectacular primera página a color con Shôko en su versión más dulce y bonita que hasta ahora hemos visto. El marcapáginas que regalan con la compra online es precisamente esa ilustración, y me parece un crimen no ir corriendo a la web para conseguirla. La traducción de Salomón Doncel me sigue pareciendo excelente, gracias a que su estilo se pliega a la perfección a lo que pide la obra con una gran localización. No se excede a la hora de adaptar expresiones convirtiéndolas en coloquialismos como ocurre en otras ocasiones, sino que sabe mantener un nivel que permita te comprender y meterte en la obra pero respetando el sentido original y sin incluir términos que puedan chirriar en otros hispanohablantes. Además hay que valorar la dificultad que tiene a la hora de traducir los momentos en los que Shôko habla sin audífono, mostrando muy bien lo que se quiere transmitir en el original y con unas geniales notas aclaratorias que te hacen entender mucho mejor el final.
Este tomo 3 de A Silent Voice me ha parecido el, por el momento, mejor de los publicados. Es un número que trata una gran cantidad de temas, centrándose en lo sentimental pero generando una sensación agridulce pero satisfactoria al lector. La historia y los personajes siguen evolucionando y las incorporaciones de Sahara y, sobre todo, Ueno me parecen magistrales y van a darle mucho interés a las próximas tramas. Además el final es uno de los más tiernos y bonitos de los que he tenido el gusto de leer ultimamente, gracias también a que los personajes y la manera de narrar su relación son geniales. El dibujo sigue su ascenso destacando en el mimo por el detalle, el diseño de personajes y su adaptación al tono de la obra. Ahora a esperar otros dos meses a que Shôya y Shôko vuelvan por nuestras estanterías. Dos meses que serán largos y duros, pero que sin duda merecerán la pena.
R.Betta
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